En el proceso de construcción o renovación de una iglesia, el Ordinario diocesano tiene un papel irreemplazable y una responsabilidad decisiva. La construcción de una nueva iglesia requiere del permiso del Arzobispo, quien debe verificar y determinar si contribuirá al bien espiritual de los fieles, y si la parroquia tiene los medios necesarios para construir y cuidar la iglesia.