funcionalidad


La iglesia no es solo la casa de Dios, sino la casa de la Iglesia, la casa donde ésta se reúne para celebrar los misterios. Todo debe estar subordinado a esta finalidad primordial. La disposición del espacio sagrado debe concebirse de modo que sirva a albergar debidamente a la comunidad celebrante y a que ésta pueda desarrollar, como corresponde, participando activamente en ellas, las acciones litúrgicas correspondientes, sobre todo la Eucaristía.

El espacio de la celebración debe producir una buena impresión en términos de acogida, calor humano y sensibilidad. Han de tenerse en cuenta también las condiciones que ayudan a la comodidad de los fieles como suele hacerse en los sitios normales de reunión. Algunos factores son decisivos, como la disposición de los asientos de los fieles, la amplitud, la visibilidad, la iluminación y la acústica. Por eso deben ser objeto de mayor atención por parte de los responsables de los templos y de la liturgia en general. El ambiente del recinto es adecuado cuando invita a permanecer en el lugar y cuando permite a todas las personas reunidas seguir una acción litúrgica de manera que se sientan implicadas en ella.

El programa arquitectónico de un edificio describe los espacios de la construcción a partir de las funciones que se desempeñan en su recinto. En nuestro caso son las acciones que tengan a la Celebración Litúrgica como «cumbre a la cual tiende toda la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo, fuente de donde emana toda su fuerza» (SC 10). Lo cual ya describe al espacio litúrgico en una posición central destacada y a las demás acciones que preparan próxima o remotamente la acción litúrgica, así como a las que se derivan de la misma como su fruto.

Con el fin de proveer los espacios adecuados del recinto eclesial es necesario analizar quiénes y cuántas personas acudirán a este Conjunto Pastoral, como pueden ser feligreses, peregrinos, visitantes, enfermos, así como los responsables de la pastoral y su coordinación.

La construcción de un templo o la casa de una comunidad concreta, en la cual ella desempeña todas las actividades que su vida cristiana le pide, se debe concebir como un proyecto verdaderamente orgánico (un Conjunto Pastoral) con sus tres secciones: la martyría, la leitourgía y la diakonía.

La martyría (testimonio) y el krygma (anuncio) o área de pastoral profética que abarca las actividades que conducen y preparan a la Liturgia que es «cumbre» (salones para la evangelización y catequesis, auditorio, salones para la pastoral, utilerías, biblioteca, sanitarios).

La leitourgía o área de pastoral litúrgica: el culto o las liturgias propiamente dichas (el templo bien diseñado).

La diakonía (servicio fraterno) y la koinōnía (comunión y caridad) o área de pastoral social que abarca las actividades que derivan y hacen fructuosa a la Liturgia que es «fuente»; oficinas de Cáritas, área administrativa (oficina parroquial) con sus espacios para recepción y sala de espera, privados, archivos, copiado y sanitarios cercanos, casa parroquial, estacionamiento, rampas para personas con movilidad reducida, salidas de emergencia, criptas, etc.

Los criterios estéticos, artísticos y arquitectónicos, deben permanecer subordinados a las exigencias de la funcionalidad litúrgica.