imágenes sagradas y crucifijo


Las imágenes del Señor, de la Santísima Virgen y de los santos que se exponen a la veneración de los fieles deben favorecer la auténtica piedad cristiana y conducir a los fieles a los misterios de la fe que se celebran en la iglesia.

Estas imágenes se pueden encontrar en vitrales, frescos y murales, así como en esculturas, pinturas e iconos.

Han de ser pocas en número y guardar entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa.

No haya ordinariamente más de una imagen del mismo santo.

Entre todas las imágenes, ocupa el primer rango la representación de la Cruz, símbolo de todo el misterio pascual. La cruz con la imagen de Jesús crucificado debe ocupar lugar preeminente en la iglesia. Asimismo, nunca debe faltar en ella la imagen de María como evocación permanente del culto que se debe a la Santa Madre de Dios y figura de la Iglesia.

Al elegir las imágenes hay que ser respetuosos de la iconografía tradicional, que hace que estas imágenes sagradas sean reconocidas y veneradas por los fieles.

Las imágenes han de tener dignidad artística y elevada cualidad, debiendo retirarse con prudencia y tacto las mediocres o producidas en serie, que no pocas veces han sido introducidas obedeciendo a gustos particulares, arrinconando otras más valiosas. Algunas imágenes pueden ser expuestas circunstancialmente, cuando llegue el momento de su fiesta o veneración.

Cuando en una iglesia se erijan las estaciones del vía crucis, los cuadros con sus correspondientes cruces o las cruces solas habrán de disponerse de modo conveniente a la vista de los fieles en lugar oportuno.

En las construcciones nuevas el programa iconográfico debe ser adecuadamente previsto desde el inicio en el diseño de la Iglesia. Va por lo tanto ideado según las exigencias litúrgicas y culturales locales, y en colaboración orgánica con el arquitecto de la obra, sin descuidar el aporte del artista y del artesano.